miércoles, 4 de febrero de 2009

CAPITULO III "AUGURIO DE MUERTE"

Buenas tardes tengan todos ustedes. El capítulo 3 está más que listo y es mucho más largo que los anteriores, poco a poco se irá desvelando la verdadera trama, espero sigan atentos cada capítulo de esta historia que se irá poniéndo mucho mejor en cada entrega.

En cuanto a los videos hay uno al final, si no lo ven no entenderán muchas cosas, no lo cargué en la página del blog debido a que tarda mucho y casi no se logran distinguir las letras. Les dejaré el link en youtube pero para verlo mejor y alcanzar leer las letras denle click en una opción k trae la página que dice "ver en alta calidad" acá les dejo una foto para que me entiendan mejor

Agradecimientos especiales: A mi hermana que en sus correciones le pone el toque empalagoso a los diálogos y por las fotos ^^ Yo solo escribo y doy vida a los escenarios, personajes y situaciones. Ahora comencemos con el capitulo 3




Los ojos de Akari se tornaron vidriosos, pero hizo como si nada hubiera pasado y bajó del bote.

-Si esto fuera cierto… hubiera deseado tener antes el anillo para haber llorado sobre él cuando mamá y papá murieron…

Akari se limpió rápidamente los ojos llorosos y fingió reír para sí misma.
-¡Pero basta de tristezas!... ¡Seguro ellos hicieron lo mejor para mí dejándome con la abuela!

Tratando tantas veces de recordar el rostro de sus padres, la tarde se había fugado sin ni siquiera haberla sentido. La joven comenzó a remar de regreso a casa.

Al llegar, se percató de que su abuela salía apresurada.
- ¡Abuelita, ¿a dónde vas? Yo quiero ir contigo!
Al oír la chillona voz de su nieta, la señora frenó el paso y sonriente la esperó.

A pesar de que ya eran las doce del día, las otoñales nubes grises apenas dejaban filtrar el sol.

-Creí que nunca regresarías; te tardaste mucho.

-¡Sí… y todo gracias a esa neblina!... ¡Me la pasé remando y remando… ni siquiera tomé un descanso, abuelita! La anciana no pudo evitar sonreír de nuevo.
-Seguro te quedaste dormida, como siempre sueles hacerlo cuando te mando al otro lado del lago.
-Abuelita…
-No te preocupes, hija; mejor ve por un suéter que iremos al cementerio a…
Akari se llevó la mano a la boca y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¡Soy una tonta!.. Por poco se me olvida… que hoy… cumplen un año más de muertos mamá y papá…
La señora abrazó tiernamente a su nieta…
-No pasa nada, cariño…

…luego se separó de ella y suspiró.
-¡Anda, cielo, ve por tu suéter, no quiero que pesques un resfriado!

Ambas caminaron por las calles adoquinadas del pequeño poblado campirano de Ohana.

La gente iba y venía montada en sus bicicletas.

Muchos turistas a veces se preguntaban porque el pueblo tenía ese nombre, pero al caminar en sus pacíficas calles, era fácil adivinarlo; toda la gente que vivía ahí se conocía y era tan cálida que cualquiera podía sentirse como si estuviera en casa y lo mejor aún, entre familia.
-¡Buenos días, señora Kaede!
-¡Buenos días, Akari!
-¡Buenos días, señores Chiba! ¡Buenos días, Ayu-chan!
Las dos continuaron con su camino pero al pasar por una de las calles, Akari se detuvo; su estómago le ordenó hacerlo al sentir el delicioso aroma de los panecillos de la señora Matsura.

-Abuelita… ya es hora del almuerzo y me preguntaba si… bueno si… podía ir por unos panecillos… La señora Matsura me dijo que hoy haría unas deliciosas donas y me gustaría probarlas… ¡No me tardaré nada!

-Ya me lo imaginaba… Está bien, criatura, te esperaré en una de las bancas que están por la iglesia. ¡No te tardes!

-¡Déme diez, por favor!

-¡¿Diez?!

-Sí, es que no he almorzado y aún nos espera un largo camino a mi abuela y a mí, para llegar al cementerio…
"¿Y si me llevo cinco más de chocolate?... ¡No, no me va a ajustar del dinero!"

-¿Así que van para el cementerio?

-Así es, hoy es el aniversario luctuoso de mis papás… ¿Cuánto le debo, señora?

-No es nada, Akari-chan.

-Pero…

-En serio, es un regalo de mi parte por ser una niña tan alegre y también por ser mi clienta distinguida…
Como forma de agradecimiento, la chica le dio un fuerte abrazo a la señora Matsura.

-Gracias…
Después salió apresurada del establecimiento…

-¡Hasta luego, señora Matsura!

…para encontrarse con su abuela, quien descansaba en una banca debajo de un árbol de almendros.
-¡Te compré cinco donas para ti solita!

-¡¿Cinco?!... ¡Ay, hijita, creo que exageraste un poco!... Últimamente no he estado muy bien del azúcar, así que… no creo que pueda comérmelas todas… pero sí puedo probar aunque sea una…

-¡Ni hablar! ¡No sabía que estuvieras enferma, ahora no te daré ni una sola, no quiero que te vayas a poner mal por mi culpa!

-¡Pero puedo darle aunque sea una mordidita! ¡Chiquita, chiquita!

-¡Está bien… pero sólo una, ¿eh?!

Como no era de extrañarse, Akari se la pasó comiendo durante todo el camino.

Por momentos, subía a su abuela en la espalda, ya que la ancianita se cansaba con facilidad.

-¡Me sorprendes! ¿De dónde sacas tanta fuerza?

-¡Son los panecillos de la señora Matsura!

-Dijo Akari con su característica y escandalosa sonrisa que apagaba hasta el canto de los pájaros.


Después de media hora, llegaron a su destino. A pesar de que era otoño, el cementerio lucía tan verde como en primavera.

Las tumbas se encontraban dispersas en todo el césped.

Ambas se adentraron en aquel lugar cuyo silencio parecía respetar el sueño eterno de los que ahí descansaban.
Al ver el nombre de sus padres grabados en aquellas grises lápidas, Akari no pudo evitar derramar un par de lágrimas.

La abuela sacó del cesto que llevaba, unas bonitas flores que colocó en ambas tumbas; después prendió un par de inciensos.

-¿Qué tienes, mi niña? ¿No me prometiste la última vez que ya no llorarías?

-Lo sé, abuelita, pero no puedo evitar sentir esta tristeza y este miedo…

- ¿Miedo?... ¿De qué, hija?

-De olvidarme poco a poco del rostro de mis papás…
-…y de que algún día, tú también seas tan cruel como ellos y termines abandonándome…

La señora sonrió y la abrazó; dos lágrimas cayeron sobre la cabellera de la chica.

-No digas eso de tus papás; sabes bien que ellos no te abandonaron…

-Pero todo habría sido tan fácil si aquel día… también me hubieran llevado con ellos… Hubiese preferido mil veces haber muerto en aquel accidente… Así su ausencia… no me dolería tanto como me duele ahora…

La abuela abrazó más fuerte a Akari.

-Sé que la muerte de tu papás te ha dolido mucho, pero no me gusta que pienses en que lo mejor hubiera sido que tú también murieras…

La joven notó la voz triste de su abuela y se sintió culpable por haber hablado sin pensar en las consecuencias de sus palabra
Con toda esa energía que le daba su juventud, sonrió de nuevo.

-¡Era broma, abuelita!

¡Yo todavía tengo que vivir mucho para aprender a cocinar como lo haces tú y la señora Matsura!

-¡Además, todavía me falta probar todas las deliciosas comidas alrededor del mundo!

La abuela limpiándose las lágrimas, también sonrió.


Akari la abrazó con todas sus fuerzas

-Te quiero mucho, abuelita… Si no fuera por ti, realmente estaría muy sola y nunca habría podido volver a sonreír…

Las dos permanecieron por más tiempo en aquel lugar ancestral resguardado por los espíritus que moraban en aquellas tumbas, recordando las anécdotas de los papás de Akari y de lo mucho que la querían y habían esperado por ella.

Con pereza, volvieron a pasar por las calles del pueblo…

…hasta llegar a la casa de la abuela. Eran alrededor de las cinco de la tarde y tal parecía que al anochecer haría mucho frío.

-Tengo mucho frío y me estoy cayendo de sueño…

-Era de esperarse; has estado fuera desde la mañana.

-Tomaré una siesta, abuelita, pero me levantas a la hora del té que me muero por probar el de cidrón.

Tan pronto como la chica se recostó en su cama, quedó profundamente dormida.

Primero, colocó sus pies sobre la pared…

…luego sobre la ventana…

A los quince minutos, tenía la mitad del cuerpo al aire…

…y a los veinte, se oyó un ruido sordo sobre el piso de madera.

-¿Qué fue eso? ¿Se habrá desprendido alguna teja?

Akari se encontraba tirada en el piso.

La chica se levantó aún dormitada y algo atolondrada por el golpe.

-¡Se cayó! ¡Se cayó el panquecito, señora Matsura!

Luego, como sonámbula, se miró en el espejo y arregló su enmarañado cabello.
De pronto, su estómago chirrió opacando el silencio.

-¡Menos mal que ya es hora de la merienda!

¡Qué raro que no esté mi abuelita en casa!... ¿Habrá ido a comprar algo para la cena?

La chica frotaba fuertemente sus manos tratando de darse calor.

-Sí que hace frío, creo que tendré que prender la chimenea aunque… tendré que ir primero por algunos leños…

Akari salió y se dirigió hacia el pequeño bosque que rodeaba la casa. La neblina aún permanecía igual que en la mañana.

A pesar de que eran alrededor de las seis de la tarde, el sol apenas se lograba filtrar entre las nubes grandes y grises.


El bosque olía a humedad y el aire fresco y frío de los árboles, entraban en cada respiro que daba Akari.

A cada paso se alejaba más de la casa, hasta que llegó a una colina

…desde allí se lograba observar completamente el estanque abandonado de la antigua ciudad de Hikone.
Akari sintió que su corazón le dio un vuelco y dejó caer todos los troncos que había recolectado…

-Abuelita…

…al ver que su abuela bañada en un mar de lágrimas, se dirigía hacia el estanque abandonado.


-Abuelita… ¡¿qué sucede?!...

La joven corrió desesperada hasta su casa…

…y tomó la otra canoa que tenían ruginosa por el desuso.

Akari remó con todas sus fuerzas para llegar de prisa a la otra orilla; ya casi oscurecía pero eso no era obstáculo para ella.


- ¡Al fin…!

Al llegar, bajó rápidamente de la canoa y al tocar su pie derecho el suelo de aquella antigua ciudad, un viento frío revoloteó los árboles y su cabello.


Akari se estremeció hasta los pies al mismo tiempo que una sensación familiar le embargó el corazón…


…y sin que ella pudiera percatarse, cada que daba un paso hacia adelante, repentinamente aparecían centenares de flores de cerezo…

…haciendo que lucieran como un camino hecho exclusivamente para que desfilara una princesa.


-Abuelita… ¿qué pasa?... ¿qué es lo que te sucede?... Por favor… dime algo…


Akari tomó su mano y…


…la abuela le quedo viendo fijamente; sus ojos revelaban que había estado llorando…

-Abuelita… te lo suplico… dime qué es lo que está pasando… por favor…

La abuela no volvió a responder, tan solo las lágrimas comenzaron a rodar una a una sobre sus arrugadas mejillas.

2 comentarios:

  1. :O descubri este relatopor casualidad iiacabe compleetamente enganchada de la trama :) .... me encanta!

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